Las palabras también entienden de modas.

Si me pongo a pensar, estoy seguro de que podría sacar la palabra que más he utilizado en un año, de los últimos diez, y casi seguro que cada vez ha sido diferente (aunque es bastante probable que sean variables de tronco. Soy un poco mayor, lo sé).

La forma en la que he vivido ese año ha influido mucho en esa palabra top, y ahora que llevo un par de años dedicándome, en cuerpo y alma, a la escritura, me preguntaba cuáles iban a ser el nuevo grupo de palabras.

Pensando un rato empezaron a salir cosas como: productividad, inspiración, perseverancia, gracias por compartirlo, reseña, gafas, gatos, procrastinación (esta me encanta), y…distopía, distopía, distopía…

Bueno, siendo sincero, no es una palabra que aparezca demasiado en una conversación, pero si que es como la radiación de fondo del espacio (esa que se ve cuando hay niebla en una canal de televisión), está ahí siempre.

La elección de Trump, los misiles de Corea del Norte, que ahora a Putin le ha dado por ponerse juguetón, la escalada de la ultraderecha en Europa, la ausencia de invierno por el calentamiento global y no quiero ni hablar de todo lo que tiene que ver con la corrupción económica.

No faltan razones para que hablemos de la distopía a todas horas.

giphy-10¿Pero qué es la distopía?

Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. (Que bonita es la RAE).

Esto da cabida a muchos tipos de distopía, pero quizá hoy nos enfrentamos a una más fría y real. Alabamos toda aquella representación de una novela que sea oscura, desesperada y sin esperanza. Cuando una obra así ve la luz, la aceptamos casi como un decálogo de lo que está por venir.

Un ejemplo que me viene a la cabeza es que Logan no se habría visto con buenos ojos a principio de siglo, cuando Matrix estaba en el top. Ahora nos gustan los antihéroes, o ni siquiera eso, nos gustan las personas normales que lo pasan como el culo.

Y la pregunta que da el pistoletazo de salida para el post de hoy (después de una intro filosófica y espesa) es:

¿Cuánto éxito hubiese tenido El señor de los anillos si se publicase hoy?

Añadamos algunas preguntas en otro sentido para enfatizar esto:

¿A quién se le ocurriría escribir hoy en día sobre un tratado de paz entre todas la naciones?

¿Quién compraría un guión en el que una IA inteligente no nos destruyese y nos ayudase a dar el próximo salto en la evolución?

Eso me lleva directamente al otro platillo de la balanza, al que menos peso tiene ahora mismo. Ese platillo en el que se puede creer en la humanidad del hombre, en lo beneficioso de la tecnología o en la intención de comprender (una mierda de platillo, vamos).

En este misma linea, en un post de Rafa de la Rosa (de hace unas semanas), se generaba un debate entorno al entendimiento y en como eso debería afectar a la cultura y, más concretamente, a la literatura. Y había una chica que decía algo así como:

¿Si no es en la ficción, dónde podemos expresar nuestras ideas de cambio?

giphy-12¡Cuanta razón! Y que poco marketing.

¿Cuánto de lo que se escribe se hace por motivación o vocación y cuánto por sacarse unas perras (o muchas)?

Está claro que habrá muchos que vivan en un equilibrio entre ambas, pero entonces no sacarán los próximos Juegos del hambre.

Por echar un poco más de leña al debate, hace un par de semanas leí esta entrevista que hacían a Becky Chambers, una escritora joven, nominada a varios premios de ciencia ficción con un libro en donde la humanidad está dividida, pero que basa su argumento en palabras como esperanza ¡tendrá valor!

Estoy casi seguro que ese libro tardará en traducirse y, si lo hace, seguro que no se podrá encontrar en las novedades de la casa del libro. Pero me alegra que alguien joven, con talento, y con una visión no distópica del universo, tenga opciones de ser reconocida.

Tampoco puedo dejar de acodarme de lo que supuso La llegada (con alguna licencia de la peli con respecto al libro, pero es normal), con una visión no invasiva, no bélica, de un tipo, Ted Chiang, que a veces también escribe distopía. Un soplo de aire fresco.

¿Odio la distopía?

Ni mucho menos. De hecho todo el mundo debería leer Un mundo feliz, y retorcerse en el sofá en ciertos pasajes que dan verdadero pavor, eso solo lo puede conseguir un genio y nunca hay que perder eso de vista. Peeeeeeero…

La cultura está para afianzarnos en nuestras ideas, pero también para buscar otras alternativas.

Viaja y serás rico, lee y serás culto, ten experiencias y vivirás. Dicen.

Una cosa es que uno lea 1984, y le entren escalofríos ,y otra, un poco distinta, es ver un discurso de Trump y que la gente recite páginas del libro como si fueran una profecía de Nostradamus.

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A todos nos gusta ver reflejadas nuestras ideas y teorías en lo que sale en los telediarios, una especie de refuerzo del ego. La ascensión meteórica en la pirámide de Maslow, con la única diferencia que cuando lleguemos a la cúspide solo habremos reafirmado que vivimos en un mundo de mierda. Y llega la pregunta:

¿No serás uno de esos “buenistas” de los que habla Reverte?

No me corresponde a mí definirme, pero tengo muy claro que el mundo tiene un número bastante poco equilibrado de cabronazos sin escrúpulos, que muchas veces son los que se reparten la tarta, y que hay gente que plasma ese sentimiento de ira y odio hacia todo eso en unas páginas y lo convierte en el próximo best seller distópico o en un canal de Youtube. Y me parece bien.

Pero la cultura tiene la función doble de reafirmar y de hacerte dudar, de plantear diferentes escenarios.

¿Si el profesor de nuestros hijos terminase la clase diciendo “el mundo es una mierda”, cuanto tiempo tardaríamos en pedir una tutoría? (Cuando realmente pensamos lo mismo)

¿Dónde, si no en la ficción, deberíamos explorar otras vías que no fueran la de la catástrofe y la destrucción masiva del universo?

Me hace gracia ver que la parrilla de televisión está llena de programas de humor o de entretenimiento (no seais cabrones que esta no va con ironía) y que todos asumamos que son para “evadirse”, cuando el humor es algo tan humano como lo es la envidia. O la cantidad de programas tipo “ayuda al prójimo” que tanto nos gustan y tanto nos hacen decir “que bonito sería el mundo si…”.

Quizá por eso nos estamos pasando a la televisión a la carta para ver Narcos, The Walking Dead, House of Cards o, mira, Santa Clarita Diet (que es un combo muy bueno), porque ese es el verdadero contenido “evasivo”, el que nos reafirma en la basura en la que se está convirtiendo nuestro mundo.

¿Si Tolkien hubiese sido un tipo nacido en 1990 le estarían lloviendo críticas por “buenista”, por personajes cliché y por dejar al malo metido en su país, cuando todo el mundo sabe que el mal tiene tentáculos por todos lados?

Nunca lo sabremos, así que se quedará en el pedestal de obra maestra.

Me gusta mucho releerlo de vez en cuando (y ver si soy capaz de leer las páginas enteras), porque me trasmite un sentimiento, un poco raro, que me gusta: la sensación de que quizá tengamos algo más dentro que miedo, ira y sed de venganza. (Bueno y también porque Samsagaz los tiene cuadrados.)

Quizá no exista mejor momento que el actual para que escritores como Ted Chiang y escritoras como Becky Chambers nos hagan plantearnos el mundo de otra manera.

Hasta entonces, sea o no distopía…

¡Nunca dejéis de escribir!

3 comentarios en “La distopía en nuestros tiempos

  1. El problema, a mi modo de ver, es que hoy en día no te puedes permitir implicarte en algo de esa forma, hay una sola corriente de pensamiento y si te alejas de ella, todo lo que pienses, hagas o digas, estará mal. Aunque tengas más o menos razón, si no piensas lo que todo el mundo quiere que pienses ya no eres políticamente correcto y por tanto, hay carta blanca para que te lluevan los insultos que siempre empiezan por «facha».
    Para ejemplo: Reverte. Puede tener más o menos razón, incluso no tenerla —de hecho no la tiene en muchas cosas—, pero cada vez que expresa su pensamiento y cada vez que se implica, le caen hostias hasta en el cielo de la boca… Por el simple hecho de no pensar como la mayoría.
    El problema no son las distopías, el problema es que se ha perdido el respeto por las opiniones contrarias. Ahora hay que seguir la corriente de pensamiento o estás fuera, estás muerto y eres un cabrón. Esto lleva a que muchos escritores pasen de lado sobre estos temas tratando de no mancharse, porque al final, sales perjudicado, por una parte o por la otra.
    A mí se me ocurrió alabar a Tolkien en un artículo y me llovieron las críticas, poco más que me decían que no sé leer, porque Tolkien es una mierda y no puede gustar y si me gusta Tolkien es que soy un tonto del ciruelo. Y sí, en resumen ese era su mayor argumento. Esto conecta con lo que te digo arriba, hay que seguir las corrientes y las posturas, aunque no estés de acuerdo con ellas; Tolkien ha dejado de molar porque es viejo, pues todos a criticarlo… No importa que las críticas carezcan de razón o de fundamento, el tema es seguir la línea marcada. Hay que estar a la moda, chaval, ¿o es que vas a atreverte a salirte de la tangente? No, claro que no, porque hace mogollón de frío fuera de la tangente. Un frío que pela.
    No creo que tengamos que buscar distopías en la literatura, porque estamos viviendo una.
    Por otro lado, creo que la política no puede manchar cada ámbito del mundo. La literatura, en la mayoría de los casos debería ser entretenimiento, distracción. Si quiero leer sobre política no te voy a leer a ti, ni a ningún escritor emergente, si quiero aprender política leeré las Catilinarias de Cicerón o leeré a Manuel Azaña, a Lenin y a Hegel. Pero si estoy leyendo terror, ciencia ficción o fantasía, quiero leer eso, y quiero divertirme, no quiero que me sermoneen.
    Que sí, que los escritores tenemos que implicarnos en las causas justas, pero implicarse y hacer proselitismo en los textos son cosas muy diferentes… En fin… que menudo ladrillo te acabo de soltar, tronco 😀
    Muy buen artículo! Un abrazo y disculpa la parrafada…

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    1. Gracias por pasarte por aquí una vez mas Jaume.

      Lo que dices me parecería un ladrillo si no estuviese de acuerdo (por lo menos en parte) y si no creyese que es un tema que merece la pena tratar y que no nos mojamos más, precisamente por las ostias que pueden llover (y que llueven, claro).
      En todo este tema la pena me la produce el darme cuenta de que siempre se está rodeado de expertos que te dicen que es lo que es mainstream y que es lo que es ser un raro y que, como bien apuntas, eso haga que gente con buenas ideas decida dejarlas de lado porque «igual» no van con la onda.
      Tristemente he tratado este tema en otros ámbitos y parece que la linea a seguir es precisamente no salirse de ella, es lo que nos enseñan, lo que nos venden y lo que quieren que seamos. Por eso seguiré pensando que la ficción (sobre todo) debería estar por encima de ese tipo de pensamiento y que debe debe ser entretenimiento, por supuesto, pero también un ejercicio de honradez con uno mismo.

      Hala, contestación «ladrillesca» devuelta.

      ¡Gracias por el comentario y por la visita!

      Un abrazo

      PD: Siempre me ha encantado la expresión «tonto del ciruelo», puede que la sume a mi top de palabras de este año.

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