He pensado muchas veces en esta pregunta y muchas veces he tratado de responderla.

Soy consciente de que este tipo de preguntas van evolucionando con el tiempo, con las experiencias vividas y los acontecimientos surgidos. Es bastante probable que si hubiese nacido diez años más tarde, estaría intentando descifrar por qué me gustan tanto los videojuegos, y entonces sería Youtuber y tendría un canal de gaming.

Pero nací diez años antes y me crié rodeado de libros. Y por allí pululaba un señor muy serio que se tomaba muy a pecho eso de llenar las estanterías con libros de Año Cero.

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Al principio pensé que esa era la respuesta. Una fácil y a la vista de cualquiera: el entorno y las aficiones de mi referente (mi padre).

Pero un día me dio por exprimir mi batería de recuerdos. Cierto que Fundación marcó un antes y un después en mi afición a la lectura, pero también recordé que el trastero de mi casa tenía cientos de novelas de ciencia ficción, de esas de apenas doscientas páginas (para que digan que lo de las novelas cortas es cosa de nuestro tiempo). Y recuerdo que leí muchas de ellas, ambientadas en mundos tan futuristas y extraños que muchas veces no me decían nada. Solo recuerdo Fundación, ni un solo título más (bueno, recuerdo a Robin Cook, porque creo que mi madre compraba todos sus libros.)

Eso dejó la respuesta a la pregunta en stand by, aunque nunca me ha molestado no saber por qué siempre que iba a una librería, me iba directo a los libros con portadas llenas de naves, planetas y cosas raras.

Aunque nunca dejé de intentar resolverla…

Cuando leí Contact, de Carl Sagan, y quise pensar que me gustaba ese regusto a raza alienígena que viene en son de paz, pero luego me di cuenta de que E.T. y Encuentros en la tercera fase tampoco me fascinaban en exceso.

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Cuando leí Física de lo imposible, de Michio Kaku, un libro de divulgación sobre nuestras futuras capacidades para afrontar retos imposibles a día de hoy. Pensé entonces que tenía una vena científico-lógica que me impulsaba a querer saber cómo resolver las cosas que veía en las películas y leía en los libros, pero luego me di cuenta de que solo me gustaban los libros de divulgación de física y que con eso no eres capaz de resolver por qué venimos del mono (por ejemplo).

Y llegó Origen, la película. Me fascinó esa manera de interpretar un concepto tan sencillo como el sueño dentro de un sueño. En aquella ocasión llegué a pensar que era un mercenario en la búsqueda de entretenimiento y que todo aquel rollo con la ciencia ficción solo era algo para sentirme diferente.

Luego Interestellar, que coincidió con la etapa en la que leí El juego de Ender, y pensé que quizá lo que me atraía era proyectar el futuro de la humanidad, dónde podría llevarnos nuestra capacidad como especie, nuestras habilidades, nuestros miedos, nuestros defectos, nuestra evolución. Y creo que fue ahí cuando empecé a acercarme a la verdadera respuesta.

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2016 ha sido un año muy bueno para intentar resolver esta incógnita de una vez por todas. Ha sido el año en el que he empezado a leer la saga Hyperion y La Tierra Larga, dos conceptos diferentes, pero con ciertas similitudes. También ha sido el año en el que he visto La Llegada, que se ha convertido en mi película favorita de la década, no solo de ciencia ficción sino en la categoría global.

Y, sobre todo, ha sido el año de Proyecto Aesteria.

¿Qué mejor forma de saber por qué te gusta un género, que escribiendo tu propio libro al respecto?

He releído mi propia novela tantas veces y hay tantas ideas en ella, que me costó un tiempo poder responder con claridad.

No es la ciencia ficción lo que me gusta en sí, pero es el género que mejor se adapta a lo que realmente me atrae:

Indagar en los límites de las capacidades humanas.

Dicho así suena a post de trascendencia sin límites, pero es mucho más lógico de lo que parece.

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De Fundación siempre me fascinó la capacidad de Asimov de trabajar en un mundo futuro, alejado de nuestros días, y que sin embargo fuese un reflejo de lo que pasa en nuestro tiempo: un montón de cosas que no entendemos y un pequeño puñado de personas que toman decisiones en momentos concretos y que hacen que demos un salto exponencial (o nos vayamos a la mierda).

En Contact me sorprendió, por primera vez, la importancia de contar una historia increíble desde los ojos de una persona normal. Llega un mensaje en clave de una civilización alienígena. ¡La leche! Y hay una persona que es la primera en detectar el mensaje, en traducirlo y luego en hacer un viaje hacía el primer contacto. ¡Estaba acojonada! ¿Cómo no va a estarlo? Nada de super hombres o mujeres capaces de enfrentarse a cualquier reto sin sufrir el más mínimo temor.

Origen, Interestellar e incluso el libro de Michio Kaku tienen algo muy similar entre ellos, la pregunta implícita de “¿Y si…?”. Esa pregunta que, bromas aparte, es la base de la ciencia: especular y hacerse preguntas, para luego intentar demostrar su veracidad o falsedad.

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Alucino con la capacidad de ciertas personas de hacerse esas preguntas y de resolverlas basándose en hipótesis a veces cogidas con una sola pinza.

Igual que me quedo “ojiplático” con ese que dijo un día: “Vamos a coger este cable y este, y la gente de Australia va a poder ver lo que pasa en España”. “¿Dos días después?” “No, ¡Ahora!” Y así surgió Internet (en mi mente, claro).

O lo mismo que cuando veo a un carpintero coger un trozo de madera y convertirlo en una puerta y pienso: “A mi no se me habría pasado por la cabeza en la vida”.

O cuando veo esos estudios que tratan de dilucidar cuantos años tiene el universo, mientras yo intento saber que voy a comer mañana.

O esos super humanos que compiten en los juegos olímpicos…

O toda esa gente que se va de voluntaria a países pobres o a informar sobre una guerra, o que sacrifica toda su vida por un ideal…

Todo esto tiene una respuesta, la misma que veo en las páginas de mi primera novela: mi necesidad de indagar sobre los límites humanos.

Mi necesidad de saber por qué han existido, por ejemplo, Stephen Hawking y Hitler en el mismo universo, planeta y de manera contemporánea.

Y para resolver esas preguntas y seguir indagando en ellas, la ciencia ficción es el género que mejor se adapta.

Seguramente en unos años cambiaré mi respuesta y será mucho más profunda y elaborada, pero hasta entonces seguiré haciendo lo que siempre he hecho: leer y escribir en busca de los límites.

2 comentarios en “¿Por qué ciencia ficción?

  1. Aunque me gusta todo tipo de literatura y no me cierro a nada en particular, es verdad que la ciencia ficción te ofrece algo especial. Me gusta porque como lector re permite viajar y ver otras realidades y como escritor (aunque no me he prodigado mucho) te permite jugar a crear y a responder a la pregunta ¿Y si…? Y ese es el inicio de todo.
    Muy buen post, por cierto.
    Saludos.

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    1. Hola Alejandro,

      Es cierto que la ciencia ficción te permite jugar con un marco más amplio, aunque no es algo exclusivo de este género si se puede ver como algo más cercano a, por ejemplo, la fantasía.
      De todas maneras una de las mejoras cosas como escritor es leer todo lo que caiga en tus manos, y aunque creo que la ciencia ficción es mi género favorito, me he llevado gratas sorpresas con otros libros.

      Gracias por comentar.

      Un saludo

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