Si retrocediésemos en el tiempo, digamos veinte años, este post no tendría mucho sentido. En ese tiempo un escritor ha pasado de ser un señor, o señora, que escribe, a una persona que escribe, genera hype, una comunidad y un montón de contenido adicional, que comparte con sus lectores. ¡Ah!, y además tiene una vida, más o menos, normal.

Esta claro que las redes sociales han cambiado la concepción de muchos oficios, y el de escritor no iba a ser diferente.

Hay muchas cosas positivas en estos cambios, como por ejemplo, poder compartir contenido sin tener detrás a una gran editorial o a un mecenas influyente (aunque discreto). Twitter o Facebook son plataformas fantásticas para la gente que quiere empezar algo nuevo y quiere darse a conocer.

Hay otro sin fin de cosas positivas: acceso a la información casi instantáneo, comunidades específicas, posibilidad de networking, etc.

Pero también las hay negativas.

Hay una en concreto, que me ha sorprendido por lo ciego que estaba en ese sentido: el uso de estas herramientas como canal de marketing.

En sí no es algo negativo, estas redes permiten publicitarse a coste cero y sin barreras de entrada. El problema es el contenido.

Como escritor novel, una de las primeras cosas que buscas, en este mundo inabarcable, son referencias. Puede ser que busques alguien que ha empezado como tú (desde cero). O que busques información sobre algún paso que no controlas (como la auto publicación). O, simplemente, quieras buscar una comunidad de gente que se dedica a lo mismo que tú.

En las redes sociales hay mucho de todo eso, pero también hay mucha información exenta de contenido.

Aquello que me sorprendió, fue encontrarme con un montón de cuentas que tienen como única finalidad la publicidad. Qué libro leer, qué libro comprar o qué libro no te puedes perder.

Es lógico pensar que existan este tipo de cuentas (y es muy probable que mis propias cuentas dediquen un porcentaje de tiempo a ello), al fin y al cabo, de algo tiene que vivir un escritor, pero me sorprendió encontrar muy pocas cuentas que generen algo más. Contenido adicional.

La reflexión de hoy viene a tratar de ese punto en concreto. En un mundo en el que las posibilidades están alcance de casi cualquiera,

¿En qué momento se perdió la noción de que un escritor es alguien que quiere comunicar sus ideas a través de sus obras?

Quizá era una idea preconcebida y quizá, pensé, en la era de los blogs, debía haber cientos de páginas de gente como yo (ávida de saber más y mejor), intentando decirle al mundo: «¡Eh, estoy aquí!». Pero la realidad no es tan sencilla.

Quizá es culpa de la velocidad que ha adquirido la vida en los últimos años.

«Lo quiero y lo quiero ahora», parece el lema por el que nos regimos.

Es probable que sea una de las razones por las que se busca escribir un libro lo más rápido posible y venderlo en grandes cantidades, más rápido aún . Es lo que nos venden ¿no?

Me pregunto si esa forma de orientarse hacía el objetivo es compatible con el mundo de la escritura.

Siempre había pensado que escribir era algo un poco más artesanal, a lo que dedicarle un tiempo merecido.

Por suerte, en este micro mundo, hay algunas personas que tienen mucho que decir y que aportar. En mi caso, que acabo de empezar en esto, os puedo hablar de :

  • Gabriella Literaria. Un blog en el que te dirán las cosas tal y como son. Buenos consejos y mucho sentido común. (Y un estilo diferente y muy, muy divertido).
  • Isaac Belmar. Una incisiva mirada al mundo de la narrativa. Muy buenas entradas y mucho sentido de la responsabilidad. Quizá harían falta más blogs como este para redescubrir ese mundo artesanal en el que yo también creo.
  • CabalTC. Blog de referencia si quieres escribir ciencia ficción y lo quieres hacer con coherencia. Además de una persona con mirada crítica y sagaz.
  • Alister Mairon. Como escribir desde una perspectiva diferente. Sin agobios, sin presiones, pero con ilusión.

Son cuatro ejemplos de personas que han decidido crear su propio espacio, pero hacerlo desde la opciones que permiten las redes: la de la comunicación, la del contenido y la del sentido común (no tan común, al parecer, en nuestros días).

Estoy seguro de que hay muchos otros, navegando por ahí. Pero da que pensar que, de tantas cuentas, sólo un pequeño porcentaje sea capaz de no haber perdido la esencia de lo que deberían ser las redes sociales: espacios para comunicar.

De momento son «mis» pequeñas islas en el basto océano de las redes.

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